Salmo de David, cuando huía de Absalón, su hijo.
¡Oh Señor, cuántos son mis adversarios! Muchos se levantan contra mí.
Pero tú, Señor, eres un escudo que me rodea; eres mi gloria, y levantas mi cabeza.
Con mi voz clamo al Señor, y él me responde desde su monte santo.
Me acuesto y me duermo; me despierto, porque el Señor me sustenta.
No temeré a los miles que me rodean; me levanto contra todos los que me atacan.
¡Levántate, Señor! ¡Sálvame, Dios mío!
Tú golpeas en la mejilla a mis adversarios; quiebras los dientes de los malvados.
La salvación viene del Señor; ¡tú bendición está sobre tu pueblo!".
Reflexión:
El Salmo 3 fue escrito por el rey David en uno de los momentos más difíciles de su vida, cuando su propio hijo Absalón se levantó en rebelión en su contra. David se encontraba rodeado de enemigos y sus adversarios afirmaban que no había salvación para él. Sin embargo, en medio de esta situación desesperada, David encontró consuelo y confianza en Dios.
El salmista reconoció que, aunque muchos se levantaban en su contra, Dios era su protector. En medio de la angustia, clamó al Señor y recibió respuesta desde su monte santo. David encontró consuelo en la certeza de que Dios estaba a su lado, rodeándolo como un escudo. Confiaba en que el Señor levantaría su cabeza y le daría fortaleza para enfrentar a sus enemigos.
En lugar de sucumbir al miedo y la desesperación, David eligió confiar en el Señor. Descansó en la seguridad de que Dios lo sostenía y lo guardaba mientras dormía. No temía a los miles que lo rodeaban ni a aquellos que lo atacaban. En cambio, se levantó con valentía y clamó a Dios para que lo salvara.
La clave de la confianza de David radicaba en reconocer que la salvación viene del Señor. Sabía que Dios era su único refugio y fuente de bendición. Aunque enfrentaba una situación desafiante, confiaba en que el poder y la fidelidad de Dios prevalecerían.
Hoy, tú también puedes encontrar consuelo y fortaleza en Dios, sin importar cuáles sean las circunstancias que enfrentes. Reconoce que él es tu protector y refugio. Clama a él en oración y descansa en su poder. Confía en que la salvación y la bendición vienen de él. Enfrenta tus adversidades con valentía, sabiendo que Dios está contigo en todo momento.
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