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sábado, 10 de junio de 2023

LA SOBERANIA DE DIOS Y LA BENDICIÓN DE SOMETERNOS A EL

 

Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; dejad el consejo, vosotros jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor.

Salmo 2:10-11

El Salmo 2 es un himno que exalta la soberanía de Dios sobre todas las naciones y reyes de la tierra. Este Salmo muestra cómo los gobernantes y líderes de este mundo se rebelan contra Dios, pero Él sigue siendo el Rey supremo, sobre todo. Aunque ya nos dijera el apóstol pablo en (Romanos13):  que los gobernantes están puestos por Dios, y deberían gobernar con justicia, vemos que no es así. Dios sigue recordándoles que él está por encima de ellos, y su sujeción a Dios es perentoria.

El salmista nos invita a reflexionar sobre la actitud correcta que debemos tener hacia Dios como nuestro Rey. En los versículos 10 y 11, se nos insta a ser prudentes y a abandonar nuestros propios consejos. Esto significa reconocer que nuestra sabiduría y entendimiento son limitados, y que necesitamos someternos a la sabiduría y voluntad de Dios en nuestras vidas.

El Salmo también nos recuerda que debemos servir a Jehová con temor. Esto no significa tener miedo de Dios, sino reconocer su grandeza y reverenciarlo con humildad y respeto. Servir a Dios implica dedicar nuestras vidas a hacer su voluntad y seguir sus mandamientos. Como dijera el apóstol pablo, “somos servidores, administradores de los misterios de Dios,” así que servimos con lo prestado, con lo que es de Dios. Tu dinero, propiedades, talentos humanos, dones y misterios dados por Dios, todo le pertenece a él.

Por esto honrar a Dios con lo que tenemos es entender que solo administramos, cuidamos lo ajeno y esto nos permite entender porque Dios nos pide ser prudentes, razonables, inteligentes, porque no hemos de pensar que las cosas las obtenemos por esfuerzo propio solamente, es por su gracia y soberanía, que nos da de lo que es de él.

Finalmente, el salmista nos anima a alegrarnos con temblor. Esta es una expresión de regocijo y gratitud por el privilegio de conocer a Dios y ser llamados sus hijos. Sin embargo, también debemos temblar ante su majestuosidad y santidad, reconociendo nuestra propia insignificancia y dependencia de Él.

Pastor Roberto Aguirre

https://bibliayteologia.com/

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